Solastalgia
" Si podemos aceptar que el amor por el paisaje o por un lugar puede ser una emoción poderosa (...) entonces la experiencia de la desolación crónica de ese paisaje/lugar es igualmente fuerte. Eso es precisamente lo que describe la solastalgia".
Así definía el filósofo Glenn Albrect una emoción que se ha aplicado al sentimiento de pérdida en los damnificados por desastres naturales: la angustia que te invade cuando tu sentido endémico de pertenencia está siendo violado.
La intervención en el CEIP Vélez de Guevara estuvo impregnada desde sus primeros trazos del sentimiento de solastalgia de la comunidad educativa. La pavimentación completa del patio escolar, en noviembre de 2016, mejoró las condiciones de drenaje del colegio pero también eliminó árboles y espacios ajardinados muy valiosos para una centro que integraba la vegetación en su proyecto educativo. Desaparecían así no sólo sombras, sino importantes iniciativas formativas asociadas al cuidado de las plantas.
El proyecto decidió desde un primer momento trabajar desde este doble registro: la memoria de las especies desaparecidas, expresada a través de intervenciones artísticas, y la rotura del suelo pavimentado para permitir un nuevo contacto con la tierra y posibilitar así el renacer vegetal.
Ese "jardín de la memoria", como se ha llamado al conjunto de especies desaparecidas, se ha desarrollado con los niños de 5º de primaria, convirtiéndolos en transmisores del recuerdo. Se han utilizado para ello tres técnicas artísticas: el pop-up y el grafiti para el colegio, y una instalación de luz para contar su historia a la ciudad mediante un "alumbrado navideño" alternativo.
A cambio, las perforaciones mediante agujeros en el suelo se realizan en el patio de infantil como proyecto esperanzador para volver a conectar con la tierra, y a partir de ahí con las plantas y animales. Gracias a la colaboración de "Recetas Urbanas" la propia comunidad educativa (padres y madres, profesores y alumnos) han podido ejecutar las tres aperturas propuestas: la primera se ha utilizado para plantar un nuevo árbol, un maravilloso ombú bellasombra; la segunda ha ampliado el alcorque insuficiente que albergaba el fresno y la última, aún por hacer, consistirá en una perforación lineal separada del muro que cierra el colegio. En esta última se utilizarán plantas trepadoras y hierbas altas que, apoyadas en unas varillas auxiliares, generarán un recinto vegetal que permitirá la intimidad, el escondite y la sombra.
Nuestra compañera Tamara de Azul Jardines ha sido nuestra guía imprescindible para trabajar todo el proyecto a nivel vegetal. La dimensión generosa de los nuevos agujeros (2,5-3 m de diámetro) devuelven no sólo la posibilidad de recuperar algunos de los árboles perdidos, sino de añadir pequeñas especies bajo los mismos (flores, tapizantes, aromáticas...) que se acerquen a la pequeña escala del niño. Pero sobre todo devuelven fragmentos de tierra fértil a un colegio que siempre se preocupó de hacer crecer no sólo la vegetación, sino una gran cantidad de valores asociados a ella.